Murió la periodista argentina Reneé Sallas

La periodista argentina de revistas Reneé Sallas murió -hace una semana- por las secuelas de un accidente cerebro vascular, por sus siglas A.C.V., por lo que había sido llevada al Sanatorio porteño De los Arcos. La periodista, ex de la revista GENTE, actual de la Revista SUSANA de la animadora televisiva Susana Gimenez: tenía antecedentes cardíacos moderados por lo que se atendía casi de manera regular con el cardiólogo Luis de la Fuente la Clínica Suizo Argentina y en el Instituto del Diagnóstico. La cordial familia de Sallas llamó unos días antes al producirse el ACV de la periodista al eminente doctor De la Fuente quien los ayudó -a distancia, por estar fuera del país en un congreso científico- con varios de los trámites en LOS ARCOS para la internación. La destacada periodista en 1971 entrevistó por primera vez en Argentina al cirujano de tórax René Favaloro por su regreso al país (luego lo hizo regularmente al menos dos veces al año para esa revista) al Sanatorio Güemes junto al cardiólogo De la Fuente en la misma nota que fue un boom periodístico. Ampliaremos ya que la periodista Renée Sallas pasó al cosmos a mejor vida, tal vez, y como le dijo a los periodistas de LATIDOS, su entrevista al cardiólogo De la Fuente con sus notorios avances científicos y médicos quedó en el Sumario de la Revista de Susana Gimenez Que en paz descanse, Reneé Sallas, temperamental y aguerrida periodista de la gráfica.

Entrevista del diario NUEVA RIOJA al cardiólogo Luis de la Fuente

Entrevista: Luis de la Fuente /Escribe: Fernando Viano Redacción NUEVA RIOJA “Desde siempre quise ser médico” Escrito el 31 de Diciembre del 2014 - 31/12/2014 El reconocido y destacado médico riojano hizo una pausa en su frenética tarea diaria para compartir una extensa charla con NUEVA RIOJA, en la que hizo un ameno repaso desde su infancia hasta hoy, momento en que la medicina lo ubica en un sitial de privilegio a nivel nacional e internacional, por ser pionero en su especialidad. Luis de la Fuente es médico especialista en clínica médica y en cardiología clínica en los Estados Unidos de América y su subespecialidad -en la que es pionero mundial- es la cardiología intervencionista. El destacado profesional riojano, siempre a la vanguardia de los avances medicinales, ya habla de la cardiología bio intervencionista en la que también es pionero y que es la posibilidad cierta y concreta de insertar desde genes y proteínas faltantes e incluso células madre tomadas de la propia cadera del paciente en el músculo cardíaco, para aquellos pacientes con insuficiencia cardíaca severa debido a infartos cardíacos crónicos. Fuera de su espacio natural, el quirófano, De la Fuente hizo una pausa en su frenética actividad diaria para compartir una extensa charla con NUEVA RIOJA, en la que hizo un ameno repaso desde su infancia hasta hoy, momento en que la medicina lo ubica en un sitial de privilegio a nivel nacional e internacional, por ser pionero en su especialidad. - ¿Recuerda el momento en que se despertó su interés por la medicina? - A los cinco años de edad iba a la biblioteca de medicina de mi abuelo, el doctor Fenelón Carrizo del Moral, uno de los primeros médicos pediatras de La Rioja, para ver sus libros. Lo admiraba muchísimo. Fue también intendente de La Rioja Capital. Fue esa mi primer influencia decisiva al ver esos esquemas médicos en sus libros y esos dibujos de anatomía pura fueron determinantes. Desde siempre quise ser médico. - ¿Imaginó en aquel momento que con el paso del tiempo ocuparía un sitial de privilegio en el mundo de la cardiología? - En aquel momento era imposible imaginar qué rol ocuparía en la medicina en general o en la cardiología en particular, pero a los 17 años tuve una suerte de visión personal donde vislumbré subjetivamente mi futuro y, dado mi optimismo innato, supuse que podía ser un buen médico. A esa edad solo quería ser médico. Cuando me recibí dudé levemente entre las especialidades que más me gustaban. Nosotros, los cardiólogos clínicos, somos un mix actual entre los cirujanos cardíacos convencionales y la cardiología clínica (no opera ni interviene pacientes); una suerte de cirujanos mínimamente invasivos pero endovasculares, es decir que operamos pero por dentro de los vasos, desde adentro del paciente y a través de la piel sin abrir al paciente con las grandes incisiones de la cirugía cardíaca tradicional. A pesar de esto soy también en mi formación previa un cardiólogo clínico y también la ejerzo a esta rama que es la base elemental de la cardiología intervencionista moderna. - ¿Cómo eran aquellos días en su Rioja natal? ¿Cómo era la vida en el entorno familiar y entre amigos? - Muy feliz fue mi infancia en La Rioja, realmente. Era una Rioja muy segura y dormíamos incluso con las puertas de casa abierta, en lo que hoy es la peatonal de la 25 de Mayo. Casi toda la cuadra era de mi familia y de mis primos o tíos o amigos y allegados, y éramos todos muy unidos. - ¿Siente nostalgias de alguna vivencia en particular de aquellos años en los que aún vivía en La Rioja? ¿Qué diferencias observa con la actualidad? - ¿Nostalgias? Seguro y son muchísimas. La principal diferencia es que ha pasado el tiempo, La Rioja se ha expandido, ha crecido en población y se ha modernizado, mediatizado y globalizado. Ha llegado mucha gente de otras partes del país. Además muchos amigos y familiares e incluso mis padres ya no están, lamentablemente. Incluso ya la gente me conoce de otra forma. - ¿Cuándo retorna a La Rioja, ¿cuáles son los lugares a los que le gusta ir? ¿Qué gente le gusta visitar? - Siempre estoy conectado con La Rioja. Atiendo semanalmente muchísima gente que me llega derivada desde el NOA. Gente a la que asesoro y no sólo en cardiología. O me consultan de manera ad-honorem desde siempre. Desde 1966 cuando volví a tiempo parcial a la Argentina lo hago así. Operé a muchísimo riojanos. En 1987, por ejemplo, cuando coloqué los tres primeros stents coronarios en Argentina -en el Sanatorio Güemes- lo hice en un gran paciente riojano que se llamaba Diego Catalán. Uno de los casos más difíciles de La Rioja que tuve fue el del locutor Jorge Agüero a quien le hice en el 2013 cuatro arterias en una misma angioplastia coronaria con stent. Lo operé el día después que a Sofovich en la Suizo Argentina. Siempre asesoro a los médicos riojanos por teléfono así como a los amigos de La Rioja y a los amigos de los amigos y a todos los que puedo. Nunca les cobré. Tuve varios riojanos en el equipo médico y ahora estamos formando un cardiólogo de Chilecito. Cuando retorno a La Rioja al menos una vez al año, mínimo -desde el 2003- o dos veces para algún homenaje institucional o lo que sea, como descansar algo si se puede. Y ya que me pregunta voy a verlo, por ejemplo, a mi cuñado Oscar Fitte, cuyo padre homónimo, mi suegro, fue un gran bacteriólogo en La Rioja que detectó en el laboratorio el primer caso provincial de Chagas. Médicos como Diego Catalán detectaron el Chagas en pacientes, pero como clínicos. También voy a Sanagasta y a Aimogasta cuando puedo. Me llaman, me buscan, me entrevistan los medios en La Rioja y por eso es muy intenso el viaje. Me llueven los pacientes, etc. Voy en auto siempre y siempre paro en Córdoba donde también formé a los jefes de cardiología intervencionista de La Docta, como a la mayoría de los jefes del país en la escuela de cardiología intervencionista que hemos formado y conformado desde siempre. Siempre la prioridad se la di a los médicos del Interior del país en cuanto a poder formarlos en la naciente y expansiva cardiología intervencionista. - ¿Cómo se conformaba su familia en los años en que aún vivía en La Rioja? - Mi familia se conformaba con mi madre Marina Carrizo del Moral y mi padre Luis Mansueto De la Fuente. Mi abuelo era Luis Mansueto de la Fuente, de Aimogasta, pionero nacional del Cultivo del Olivo. Mi tío, en quien también me inspiré de chico y de joven era Héctor M. De la Fuente, un destacado gobernador del 39´ al 43´, y antes senador nacional que para Illia era un presidente puesto si no hubiera fallecido joven. Mis tres hermanas y mi querido hermano Horacio, que es actualmente un experto doctrinario en Derecho Laboral, fue Juez en Francia y a los 19 años ya era abogado. - ¿Qué recuerda de las reuniones familiares en fechas importantes como Navidad o Año Nuevo? - De las amenas reuniones familiares recuerdo perfectamente, por ejemplo, que en mis cumpleaños, que es el 29 de julio, mi tío Héctor siendo gobernador me visitaba a las 5 de la tarde con su comitiva. Era un gran revuelo en la calle, en la vereda y en la cuadra. En su honor así bauticé a mi hijo mayor que es Héctor Nicolás. Por mi señora y por él que nació en Argentina es que decidí quedarme a vivir en el país, ya que entre 1966 y 1970 viví entre Buenos Aires y Estados Unidos. Y de las Fiestas la sana pirotecnia sin excesos, los enormes calores, las reuniones con todos, los viajes de un tirón para hacer 1200 km en mi auto Impala desde Buenos Aires para ver a mi querida madre, quien me esperaba en su casa situada en San Nicolás de Bari a la derecha en esquina con avenida Perón. Ella me recibía con la lista de los nombres de los pacientes y sus teléfonos y demás detalles. Era una suerte de gran dama de beneficencia. Era de otro planeta, muy solidaria, y ayudaba a todos los que podía. - ¿Cuáles son las sensaciones que le quedaron del momento de partir de su Rioja natal para iniciar el camino en la medicina? - Me fui triste de La Rioja a los 17 años de edad, pero me fui esperanzado a la vez en poder desarrollarme. En aquella época no había una Universidad en La Rioja como es hoy la Unlar. Salí de la querida provincia para ir al Colegio Militar de La Nación para formarme y para prepararme para el salto universitario, pero antes debí rendir el difícil ingreso al mismo con aspirantes provenientes de todo el país. Duré un año en el mismo y egresé en el cuadro de honor luego de un acto de valentía cuando salve a unos compañeros en un accidente. La pasé durísimo en el Colegio y la vida militar no era para mí, definitivamente. Aprendí allí, a fuerza de sanciones, algo de la noción ‘responsabilidad’ y forjé aún más mi físico. Hacía boxeo y saltos ornamentales y algo de culturismo físico que ya traía de La Rioja. Creo que tengo una condición física que me resultó fundamental para la resistencia que requiere tanto estudio, trabajo y las exigentes operaciones cardíacas. De chico me llamaban ‘Torito’. Después me fui a la Universidad de Tucumán a estudiar Medicina y Bioquímica, ambas carreras a la par, pero por los trabajos prácticos de Bioquímica, que me apasiona y aún la estudio, que eran demasiado largos, opté finalmente por la medicina. Allí hice tres años de la carrera para luego recalar en la Capital Federal en el Hospital de Clínicas en la cátedra de Semiología de Tiburcio Padilla. En la Universidad de Buenos Aires me recibí de médico y en 1960, al aprobar la reválida de mi título de médico argentino en Estados Unidos, obtuve mi doctorado en medicina. - ¿Cuánto le debe a La Rioja en su formación previa? ¿Recuerda a algún docente que haya marcado particularmente su crecimiento? - A La Rioja le debo todo realmente. Fue la base, la matriz, la fábrica, junto con mi madre. Me dio la escuela primaria y secundaria de manera gratuita. Mi infancia, mi adolescencia y a mis queridos y amados padres. Eran la Escuela Normal y el por aquel entonces Colegio Nacional Número I. Con esa base educativa hecha y el moldeado de la educación familiar me fui a la Universidad de Tucumán, después a la Facultad de Medicina de Buenos Aires y después a Estados Unidos que era la meca de la cardiología mundial a competir por los escasos lugares que por aquel entonces, en la década de los dorados y prometedores años ‘60, ese país ofrecía. Las maestras riojanas de aquel entonces eran de excelencia y el nivel educativo también. De los queridos docentes recuerdo a varios: al ingeniero Martínez en Matemáticas; a los hermanos Vera Barros, César y Enrique en Anatomía; al doctor Luján; al ingeniero Pagani en física, a Romero en matemática pero de otro curso superior y que en inglés tenía a una excelente profesora que era inglesa o americana casada con un señor Althube de apellido. Rendí sexto grado del primario libre y segundo año del secundario también libre, así que finalicé el secundario muy joven. Compañeros del secundario y grandes amigos de por aquel entonces fueron Carlos Menem, el flaco Artico, Ratti, el médico Mario Aquilino, que me ayudó a ingresar a mi primer guardia en el Hospital Fernández de la Capital Federal. - ¿Cuánto le debe a sus padres en su formación personal? ¿Qué enseñanzas son las que lo marcaron a lo largo de su vida y que le gustaría poder transmitir a sus hijos? - A mis padres les debo muchísimo, claro está. Mi padre fue un honesto y probo juez federal que nunca se vendió ni claudicó en sus convicciones y decisiones judiciales. Era muy inteligente. Él me chicaneaba que como era el ‘bruto’ de la familia me había inclinado por la medicina (risas). Mi madre siempre nos adoctrinó positivamente y nos inculcó que nadie era mejor que nosotros. A lo sumo iguales. Era muy sabia, realmente. Fueron padres excepcionales que se amaron siempre, desde un primer momento. Nos amaron a pleno a todos como hijos. Yo era muy rebelde desde siempre. Eramos cinco hijos más uno que falleció. Su muerte temprana, de bebé, me impresionó sobremanera y creo que por ese hermano mayor que perdí quedé tan impresionado siempre, desde chico, y por eso me incliné desde el vamos por la medicina, influenciado por la admiración por mi abuelo materno, el pediatra Fenelón Carrizo del Moral. Pero también a mi querida esposa Inés Fitte, que tanto me apoya y me acompaña, le debo muchísimo. Es muy inteligente y bondadosa. Y a mis hijos, ya que por ellos me pregunta. Está Facundo, que se dedica a los caballos y al polo y Héctor, que es periodista especializado en Salud. No les insistí en que sigan mis pasos, ni los de la política, ni de nada familiar para no cultivar el nepotismo. Hoy, me lo agradecen. Pero sí les inculqué que sean felices sanamente. Sólo eso les pedí y que sean muy buena gente, amables, educados, responsables y trabajadores, y que ayuden al prójimo. Creo que lo logré y con creces. Tengo además cuatro nietos, dos varones y dos niñas. Pionero De la Fuente cuenta que su récord en angioplastias con stents en un día fue de seis intervenciones coronarias complejas de este tipo en total. Fue en una jornada en los años 90. Una muestra, sólo una, de la pasión que el médico riojano siente por la medicina y por el hecho de poder ayudar al prójimo. Esa misma pasión es la que lo llevó a convertirse en un verdadero pionero en su especialidad. - Es imposible hablar de cardiología intervencionista en la Argentina sin hacer referencia al doctor Luis de la Fuente como un pionero, ¿toma esto como una responsabilidad extra, o lo vive con naturalidad? - Lo de pionero lo tomo con naturalidad ya que viví la evolución completa de la especialidad de cardiología invasiva y cardiología intervencionista y de la cardiología clínica en Estados Unidos con mis excelentes maestros desde 1960. Ellos, que fueron los más ‘grandes’, realizaron determinantes aportes y descubrimientos u operaciones inéditas y fueron todos ellos pioneros, pero de verdad. Y luego en Argentina, desde donde de manera increíble hicimos aportes médicos y científicos realmente mundiales, aunque cuesta más desde el Sur por la distancia y porque carecíamos de los imprescindibles bioingenieros a mano, que, por ejemplo, en Stanford, donde investigo y donde soy Profesor Visitante desde 1996, ya si tuve. Ese país al que emigré por cuestiones médicas y científicas me dio grandes oportunidades y posibilidades laborales y sólo había en ese entonces cinco programas activos para formar médicos en cateterismo cardíaco a nivel mundial. Estaba todo por hacerse y en pañales en la medicina cardiovascular. La cirugía cardíaca solo tomó un gran impulso en Estados Unidos a partir de 1960, con el primer recambio exitoso de una válvula cardíaca mitral a manos de mi amigo el cirujano Albert Starr de 32 años de edad. En 1966, cuando regresé a nuestro querido país de manera parcial (porque iba y venía) al Sanatorio Güemes por aquel entonces, este hospital privado y Sanatorio sólo contaba con un electrocardiógrafo. No existía la cardiología de alta complejidad en las clínicas privadas. Nosotros la impulsamos y desarrollamos y la cambiamos en Argentina. - A lo largo de su carrera le ha tocado atender a diferentes personalidades de la política o el espectáculo, ¿se prepara de manera diferente para enfrentar este tipo de intervenciones, o no hace distinciones entre un paciente famoso y un paciente “común? - Jamás hago distinciones entre un paciente famoso y un paciente ‘común’. Para mí son todos seres humanos iguales máxime que están dolientes de una enfermedad y han confiado en mí para que les resuelva su problema. Desde el año 2000, además de periodistas famosos atiendo a toda clase de comunicadores y esto es porque también me los arrima mi hijo Héctor, colega vuestro, aunque él sólo hace periodismo de medicina. La diferencia con los pacientes ‘famosos’ es que la cobertura mediática existe en estos casos y hay que atender a la prensa y a los móviles de los canales a cualquier día y hora. Con Sofovich, por ejemplo, fue una odisea. Un canal de aire lo dio por muerto en potencial, en un último momento, y me llamaron incluso a las 3 de la mañana a casa para chequear esa información. La cobertura periodística de su caso fue notoria y me hizo acordar al viejo periodismo de antaño con sus amplias y extensas crónicas. Di notas por doquier. Cuando hay un presidente, como fue con Menem o un ex presidente como De la Rúa, también la cosa se pone muy seria. Aparecen no ya los periodistas de Espectáculos, sino los de Política e Internacionales. La internación que más prensa mundial tuvo fue la de Maradona, en el 2004 en la Suizo Argentina. Jamás vi tantos periodistas juntos, de todo el mundo llegaron. Ocuparon toda la avenida de la clínica, que fue cortada. Eran aproximadamente 300 periodistas y productores y colaboradores. Le dije a la prensa que Maradona no iba a trasplante y un discípulo mío que vive en Israel me guardó el diario que en letras hebreas decía mi declaración y mi nombre pero como que Maradona sería ‘trasplantado’. Por el idioma se tergiversó, sin dudas. Futuro De la Fuente ya habla de la cardiología bio intervencionista en la que también es pionero y, en rigor de verdad, se hace difícil pensar el futuro de la medicina sin la influencia del eminente médico riojano, al menos en su especialidad. Una mirada inteligente y amplia sobre la profesión, le permite avisorar lo que se viene en materia de tecnología a nivel mundial. - ¿Hacia dónde piensa que se encamina la medicina, tanto en su especialidad como en otras especialidades? La medicina no tiene límites, en teoría, en sus avances. Estamos programados genéticamente como especie para vivir 120 años aproximadamente. Vendrá la medicina preventiva, tal vez la medicina genética con las probabilidades al nacer de tener incluso estudiadas ya ciertas tendencias innatas a ciertas y determinadas patologías, pero estas serán condicionadas por factores epigenéticos como la dieta, el stress y el medio ambiente donde vivamos y por nuestro cuidado básico corporal y de la salud personal. Ahora la medicina ya es multidisciplinaria. Convergen la bioingeniería, la Física, la Matemática, la Química, la Biología y la Genética pura, y otras ciencias conexas en apoyo y en auxilio de la medicina, así que los resultados muy pronto serán espectaculares. Ya lo son. Ahora sí los avances le llegan a la gente o no...esa ya es una cuestión de política económica, y ese no es mi campo. - ¿Puede la tecnología reemplazar en algún momento a la mano del hombre? - Ante su pregunta, le digo que la mano del hombre médico será siempre que en todo caso mueva con habilidad al robot cirujano. Y será el médico humano quien interprete los análisis médicos, ya que la medicina es ciencia pero es también arte y muchas veces es consolar al paciente, escucharlo y acompañarlo. Ya hay programas de computación avanzados pero el médico es esencial e imprescindible siempre. - ¿Cuáles son los avances que puede destacar desde su lugar de privilegio como pionero en cardiología intervencionista? - La medicina en general ya se encamina de manera clara y neta hacia la medicina regenerativa que es la posibilidad de regenerar los propios tejidos y hasta los propios órganos por entero con las técnicas de la más moderna bioingenieria en boga que es la bioingenieria de tejidos, y en este sentido nosotros con bioingenieros estadounidenses logramos generar arterias de tres capaz más resistente incluso que las naturales, tanto para los brazos y para las piernas, para implantarlas luego de haberlas desarrollado en el laboratorio a partir de células no-madre de la propia piel. Esto fue realizado por nosotros en los años 2005 y 2007, respectivamente, en el Instituto del Diagnóstico con los ingenieros de Stanford. - ¿Y en cuanto a las células madre? - Con respecto a las células madre tienen un tremendo futuro y ya en Estados Unidos, desde este año, en noviembre, ingresaron a la fase tres de investigación clínica nada menos, cuando la última etapa es la cuatro, antes de ser aprobada y este es un trabajo que nosotros, desde Argentina, comenzamos en el 2004 con notorio éxito como pioneros internacionales con un catéter que late al compás del corazón y que no precisa la apertura del tórax para ser colocadas en el miocardio averiado. Es decir, que capaz que en 4 o 5 años o aún menos, se usarán en Estados Unidos y de manera regular las células madre para regenerar el músculo cardíaco severamente infartado como ya demostramos de manera clínica desde Buenos Aires y como hemos publicado en revistas con referato internacional con el sistema de revisión de pares. - ¿Cuál es la intervención más frecuente en la actualidad? En el año 87, en el Sanatorio Güemes, colocamos con el cardiólogo norteamericano Simon Stertzer los primeros tres stents coronarios en el país. En el año 99 ante su pregunta, realizamos desde Buenos Aires en el Instituto del Diagnóstico la primer intervención coronaria mínimamente invasiva a nivel internacional con colocación de un stent en una arteria coronaria obstruida pero no era ese cualquier stent, era uno que por estar forrado con un medicamento antiproliferativo liberaba esta medicación por seis meses de manera continua. Esta hoy en día, es la intervención más frecuente y en ese momento no la difundimos en la prensa, pero si la publicamos en el Journal of Invasive Cardiology de U.S. Tan sólo la elección del medicamento que iba a portar el stent llevó 5 años de investigación básica en animales en California. - ¿Los resultados a partir de estos avances son satisfactorios? - Si, los resultados y avances en la medicina cardiovascular con las nuevas técnicas mínimamente invasivas y de medicina regenerativa son ampliamente satisfactorios. Ha disminuido notablemente la mortalidad debido a enfermedades cardiovasculares y hemos contribuido decididamente a ello. Legado Si bien De la Fuente está muy lejos del retiro, pensar en su legado para la medicina y para su especialidad es, hoy por hoy, una práctica habitual, dada la magnitud de su tarea. No obstante, junto a NUEVA RIOJA, el reconocido médico riojano se permitió una licencia en este sentido. - ¿Cuál es el legado que le gustaría dejar a la medicina en general y a la cardiología intervencionista en particular? ¿Cómo le gustaría que se lo recuerde? - A la medicina argentina en general, que siempre hay que hacer con el paciente lo que a uno le gustaría que hagan con uno mismo, es decir, tratar de brindarles lo mejor. Calidez, contención, paciencia y enseñarles a combatir y a prevenir las enfermedades. Me gustaría que me recuerden como un hombre bueno, como un médico y como un docente dentro del quirófano y en el consultorio. Hemos formado centenares de médicos cardiólogos argentinos, latinoamericanos, y muchos del Interior del país. He co-escrito tres libros para especialistas como coautor. A los médicos riojanos, que se puede..., si yo llegué...Mis hijos dicen que soy como una especie de artista de la cardiología, una suerte de escultor y restaurador de los corazones y de las arterias y un bohemio de la medicina. Así quiero que me recuerden, más que por los hitos médicos asistenciales o logros científicos, como por ejemplo, haber visto en 1960 el primer reemplazo exitoso del doctor Starr de una válvula cardíaca en mi hospital de Portland, por entonces, o la primer angioplastia en la historia de mi maestro Charles Dotter en 1964, en una arteria de una pierna en Denver, entre otros. - ¿En algún momento pensó en la posibilidad de volver a La Rioja una vez que se retire de su labor diaria en la medicina? - A veces pienso en volver a la Rioja. Pasa que vivo entre Buenos Aires, Estados Unidos, y Europa. Entre viajes, congresos, intervenciones e investigaciones experimentales clínicas internacionales viajo seis meses al año por el mundo desde 1999, aproximadamente. Siempre viajé muchísimo. Desde 1964. Además, creo que jamás me voy a retirar de la medicina, siempre voy a estar o a tratar de estar vinculado a ella. Leo siempre, estudio los fines de semana, ya a las 5 o 6 de la mañana, según a que hora me despierte, y no sólo me informo de cardiología sino de casi todas las especialidades, de acuerdo a las patologías asociadas de los pacientes, de mis amigos, allegados y de mis familiares. El día que le vea la cara a la muerte le preguntaré así que esa era tú..., por fin te conozco, muchas veces te vencí, la gran mayoría. Y ese día volveré a La Rioja. Así se lo he pedido a Héctor y a Facundo, mis hijos: que me lleven ese día. *La presente nota, contó con la colaboración y aporte del periodista Héctor de la Fuente. FUENTE: WWW.NUEVARIOJA.COM.AR

Aniversario de la instauración de LV14 en la Provincia de La Rioja

Información general Héctor de la Fuente (1939/1943) Aniversario de la instauración de LV14 en la Provincia de La Rioja Escrito el 12 de Diciembre del 2014 - 12/12/2014 Héctor de la Fuente fue juez federal, senador nacional de 1925 a 1934, luego de la muerte de Joaquín V. González, y gobernador de 1939 a 1943. Fue un destacado abogado y político riojano de proyección nacional. Hijo de Luis Mansueto de la Fuente, pionero nacional del Cultivo del Olivo (junto a Casimiro Godoy) y tío del eminente cardiólogo argentino y prestigioso médico reconocido a nivel internacional Dr Luis M. De la Fuente. Introdujo, De la Fuente, en 1942 en La Rioja junto a Samuel Yankelevich, un pionero de la comunicación en Argentina, la primer radio riojana la LV 14, cuna de locutores y periodistas radiales e hizo el Parque Yacampis. Además, el doctor Héctor de la Fuente, íntimo del posterior presidente Humberto Illia, llevó la Ópera a La Rioja y realizó importantes obras pioneras de asfaltado. Una calle con el nombre de Gobernador Héctor De la Fuente en el Barrio San Román lo recuerda a un riojano que no tuvo hijos pero que fue un tiempo precandidato a presidente hasta que falleció prematuramente -en Córdoba- luego de ser un exitoso gobernador tras una cirugía biliar a manos del doctor Mirizzi, el creador de una técnica quirúrgica digestiva.

El médico Cahe es cada vez más el Dr. Kae

Ampliaremos ya que el mediático médico prácticamente convive con el gobernador Daniel Scioli. Es el sueño de Cahe, ser un médico presidencial.

Críticas al neuro cientificismo cerebral de Golombek y de Manes

Aunque hay meritorios acercamientos, como el que desde hace más de 20 años ha emprendido el Dalai Lama con un notable grupo de biólogos e investigadores de la conciencia a través de las conferencias sobre Mente y Vida, la batalla entre la ciencia y la religión no ha concluido. Con esa tendencia tan occidental, moderna y cartesiana de enfrentar las diferentes miradas sobre las cosas como contrincantes en un cuadrilátero de boxeo, el nuevo gladiador del siglo XXI que ahora parece dispuesto a dejar a su oponente fuera de combate con los argumentos aparentemente más irrefutables son las neurociencias. Una de sus más recientes especialidades -la neuroteología- viene enarbolando experimentos, estadísticas y mapeos cerebrales para concluir que todo ese milenario trajín por dirimir si Dios existe ha quedado finalmente resuelto. Parece que Dios se esconde en nuestro cerebro y la neurociencia cree haberlo encontrado: lo tiene atrapado entre los pliegues del cerebro humano. Se acabaron los espaciosos y olímpicos altares. Ahora le toca mudarse a un monoambiente neuronal. Desde comienzos del siglo XX se conoce la relación de los ataques epilépticos con los estados místicos y las experiencias espirituales. El filósofo y precursor de la psicología moderna William James ya da cuenta de esto en su obra liminar Las variedades de la experiencia religiosa (1901). Con el tiempo, la neurociencia ha llegado a determinar que durante este tipo de vivencias -incluso en personas sanas- se activan ciertas zonas neuronales en asociación con el sistema límbico, centro emocional y mnemotécnico del cerebro. En la década del 90, neurobiólogos como M. Persinger y V.S. Ramachandran encontraron el punto divino en los lóbulos temporales. Según la evidencia experimental, la sola enunciación de palabras como paz, dios, amor y otras parecidas es suficiente para desencadenar la actividad electromagnética del punto divino. Y las personas estimuladas de esta manera también demuestran una mayor propensión a la solidaridad, la cooperación y la creatividad. No es poca cosa semejante descubrimiento, sobre todo si lo ponemos junto a otros desarrollos recientes de la biología molecular, como la epigenética, que demuestran el efecto transformador de las creencias incluso en el retrazado de estructuras como el ADN, que se creían inconmovibles. Estos conocimientos también han enriquecido el estudio de los estados ampliados de la conciencia, donde convergen desde la antropología y el chamanismo hasta la bioquímica, la etnobotánica y la psicología. Sin embargo, el uso de los resultados de estas nuevas disciplinas científicas no siempre parece tan renovador, especialmente cuando con ellos se pretende dar una explicación reductiva y concluyente de fenómenos cuya magnitud es, a todas luces, bastante más compleja. Esto ya lo advertía el mismo William James cuando observaba que algunos "médicos materialistas", como ya los denominaba, pecaban de "ingenuidad" al no distinguir el origen y la naturaleza de la experiencia religiosa de su importancia social, moral y teológica, rebajando el sentido psicológico y existencial del sentimiento espiritual a una mera cuestión neurológica. Ha pasado más de un siglo y mucha agua bajo el puente de las ciencias contemporáneas. Varias teorías ya consagradas removieron los fundamentos del materialismo -el supuesto de que la realidad es sólo materia-, y la crítica epistemológica ha cuestionado seriamente su método canónico, el racionalismo reduccionista, que supone que la mejor explicación es la que logra reducir los fenómenos a sus estructuras más pequeñas. Por eso sorprende ver que algunas de las últimas tendencias de la neurociencia sigan operando bajo los mismos principios, al tiempo que se presentan -no sin cierta arrogancia- como de extrema vanguardia. Dios es sólo una cuestión de cableado interno de nuestro cerebro, parece sugerir Diego Golombek en su última obra de divulgación, Las neuronas de Dios. Una neurociencia de la religión, la espiritualidad y la luz al final de túnel. "Está claro que nuestra biología trae implícita la tendencia a buscar causas, a ver lo que no necesariamente está allí, a creer sin reventar. Esto no quiere decir que esa credulidad sirva para algo, pero desde un punto de vista evolutivo, seguramente ha conferido alguna ventaja adaptativa." Su estilo descontracturado no lo exime de una mirada rígidamente pragmática. "Esto alcanza para estar vivitos y cerebrando -agrega-, ya que somos, en el fondo, una máquina de supervivencia." Una visión bastante devaluada del ser humano que también recurre a la lógica tradicional de equiparar la creencia en lo sobrenatural con la superstición: "Es posible que la tendencia innata a la superstición esté muy relacionada con la creencia en un dios sobrenatural", sostiene Golombek. Su conclusión nos deja con un cierto sinsabor, tal vez por su marcado sesgo reduccionista. "Quizá las creencias en lo sobrenatural sean una especie de azúcar evolutivo, los restos diurnos del sueño de la humanidad." Es un gran avance conocer el fundamento biológico de las conductas humanas, incluidas las creencias religiosas, los sentimientos espirituales y la búsqueda de trascendencia. También es muy significativo que las ciencias naturales se estén formulando preguntas antes excluidas de su agenda. Esto es un indicio de apertura conceptual y de la necesidad de los enfoques transdisciplinarios. El problema se plantea a la hora de interpretar, cuando las conclusiones parecen insistir en que la realidad es sólo materia y, por tanto, la conciencia y todas sus facultades son un predecible epifenómeno del cerebro. Claramente, la base neuronal es una condición necesaria pero no suficiente para comprender la experiencia espiritual y religiosa en su multidimensionalidad. Suponer que todo se reduce a una cuestión de cableado neuronal parece un poco exagerado, pero lo cierto es que más de una mandíbula cae boquiabierta frente a las posibles aplicaciones de esta ciencia. Explicar racionalmente que Dios era tan sólo una ilusión de nuestras mentes desasosegadas, que su presencia es tan antigua y universal porque significó una ventaja adaptativa en la ancestral lucha por la supervivencia de la especie, y que por sus demostrables efectos sobre el bienestar de las personas hasta sería posible "programar" experiencias espirituales "a la carta", todo esto suena a un nuevo exceso del materialismo, a secreta ambición de poder. En el mejor de los casos, a otra moda de una sociedad consumista, desesperada por la falta de sentido existencial, que sólo se le ocurre seguir llenándose de "cacharros" para tapar ese vacío, como tan enfáticamente nos decía hace unos días el presidente Mujica. Mientras tanto, las cifras de la espiritualidad siguen creciendo (ver nota de Nora Bär en la edición de la nacion del 21 de noviembre "Las neurociencias de la fe: en busca de respuestas"), y no parece razonable explicarlo como una mera obstinación de las creencias. Frente a estas evidencias, la ciencia podría intentar ampliar sus parámetros cognoscitivos. Es también un deber de los científicos reflexionar sobre el poder de seducción que ejerce lo que anuncian como una nueva verdad legitimada por la ciencia. El fundamentalismo es siempre peligroso, sea religioso o cientificista. La persistencia de la búsqueda espiritual es un tema cuya comprensión seguramente requiere la complementación de más de una mirada. Sólo cuando la ciencia y la espiritualidad se bajen del ring y se acerquen respetuosamente, con una genuina intención de trascender sus diferencias, podrán atisbar en conjunto algo de este resistente misterio. Su aceptación bien puede formar parte de una nueva actitud científica. Para detenerse reverentemente frente a él sin dejar de impulsar nuestra necesidad de seguir explorando, pero básicamente para incentivar la búsqueda de sentido, aquello que nos ha hecho descender de los árboles hace milenios, y no sólo en busca de comida. La autora, antropóloga y epistemóloga, es investigadora del Conicet y docente universitaria. FUENTE: DIARIO LA NACIÓN