Fuente: www.diariosurdigital.com.ar de La Pampa
Con imperdibles comentarios digitales del propio escritor Bayer o un pseudónimo suyo, y un tremendo debate entre los lectores digitales donde se entremezcla la historia, la política, la sociología, la medicina, las costumbres sexuales y la velada discriminación.
Fuerte e impresionante el post con los enardecidos lectores al pie del mismo...
alertamos al lector impresionable que el texto es sutil, agudo, y para avezados lectores
muy duro, durísimo el escrito de Quartucci contra Favaloro quien se suma al coro de voces críticos siempre del cardiocirujano en su faz política a saber: Neustadt, Lanata, Bayer, Sebreli, Julio Ramos, los Periodistas de LATIDOS BLOG, Pablo Calvo de Clarín, Nancy Pazos ex de Clarín, Silvia Naishtat de Clarín, y varios más como la Revista Noticias, La Razón y otros...como el fotógrafo de La Nación Lucio Solari quien fue acogotado por Favaloro en la puerta del Sanatorio Guemes ante la muerte del Gral Cáceres en 1989.
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alertamos al lector impresionable que el texto es sutil, agudo, y para avezados lectores
muy duro, durísimo el escrito de Quartucci contra Favaloro quien se suma al coro de voces críticos siempre del cardiocirujano en su faz política a saber: Neustadt, Lanata, Bayer, Sebreli, Julio Ramos, los Periodistas de LATIDOS BLOG, Pablo Calvo de Clarín, Nancy Pazos ex de Clarín, Silvia Naishtat de Clarín, y varios más como la Revista Noticias, La Razón y otros...como el fotógrafo de La Nación Lucio Solari quien fue acogotado por Favaloro en la puerta del Sanatorio Guemes ante la muerte del Gral Cáceres en 1989.
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Las (des)memorias de Favaloro.
En oportunidad de la realización del 26º Encuentro de Letras Pampeanas en Jacinto Arauz, este 3 de diciembre último, el prestigioso académico y escritor argentino Guillermo Quartucci en su ponencia, desmenuza la ”otra historia” del médico René Favaloro y la entrelaza con “su relación con siniestros personajes de la dictadura militar”.
Las (des)memorias de Favaloro
Todo sigue igual en Jacinto Aráuz, que así muestra al mundo que la hermandad es posible.(René G. Favaloro, Recuerdos de un médico rural, p.69)
Por Guillermo Quartucci*
El libro
René Gerónimo Favaloro (1923-2000) publicó en 1980 el libro de memorias titulado Recuerdos de un médico rural,[1] en el que narra con detenimiento su experiencia como médico en Jacinto Aráuz, que se extendió por espacio de 12 años, desde mediados de 1950 hasta 1962, cuando viaja a los Estados Unidos para incorporarse ala Cleveland Clinic. En apariencia un texto de carácter narrativo, en el que sitúa geográficamente y en el tiempo el escenario y sus habitantes, pleno de anécdotas que como médico le tocó vivir, no por escasas llaman sin embargo poderosamente la atención las reflexiones ideológicas que de tanto en tanto condimentan la narración, la cual, de otra manera, se habría reducido a una mera descripción naturalista de los avatares de una profesión ejercida en una zona por entonces bastante apartada del mundo, como lo era el Jacinto Aráuz de los años ’50 del siglo pasado.
Para empezar, en la Introducción, nos confiesa el autor:
Pertenezco a lo que se ha dado en llamar la generación del ’45. Como estudiante participé de los movimientos universitarios que lucharon por mantener en nuestro país una línea democrática, de libertad y justicia contra todo extremismo. Por ello soporté la cárcel por algunos días en dos oportunidades. La mayoría de los estudiantes de esa época éramos profundamente idealistas. No podíamos entender que la dádiva, la demagogia y el acomodo se convirtieran en un estilo de vida. ¡Cómo nos dolían aquellos actos públicos donde estudiantes recibían bicicletas, motonetas y hasta automóviles como pago a su obsecuencia! (p. 19, las negritas son mías)
A esta consideración, muy en la línea del estereotipo de la clase media de entonces acerca del primer peronismo, se suma la irritación que provoca en Favaloro la figura de Evita, en especial en los días posteriores a su fallecimiento:
A la muerte de Eva Perón, nos tocó vivir los días de luto obligatorio. En nuestras recorridas por el hospital nos encontrábamos con médicos y profesores que lo llevaban en su inmensa mayoría, por obligación. El temor de perder lo obtenido a través de tantos años era la explicación que escuchábamos con dolor. (p. 20)
Ya graduado, cuando Favaloro decide presentar su solicitud para ingresar como médico interno auxiliar al hospital deLa Platase encuentra con la siguiente novedad:
[…] me llamaron desde la administración. Me explicaron, mostrándome una tarjeta, que de un lado debía llenar los espacios en blanco con mis datos personales y en el renglón final debía firmar que aceptaba la doctrina del gobierno. Del otro lado debía figurar el aval de algún miembro del partido peronista, quizá algún diputado o senador que corroborara mi declaración. (p. 20)
Favaloro cuenta que no cede a la presión, por lo que debe cambiar de planes y es así como surge la posibilidad de irse a trabajar a Jacinto Aráuz, donde el único médico es Dardo Rachou, que ya estaba enfermo y pronto habría de morir. En una ocasión, Favaloro reflexiona junto con el doctor Rachou acerca del gobierno peronista, sin mencionarlo por su nombre:
Ya dije que Rachou era un gran demócrata y le dolía ver cómo la demagogia y el populismo barato, insertos en el régimen de turno, iban deteriorando todo, sin prisa pero sin pausa. Teníamos grandes coincidencias y quizá desde el pequeño escenario de Jacinto Aráuz se podía apreciar con mayor profundidad y nitidez el panorama nacional y el futuro incierto del país en las horas difíciles que nos tocaba vivir. (p. 107)
Favaloro denomina “revolución del ‘55” (p. 179) al golpe de estado que derrocó al régimen peronista, mostrando su alivio al ver que a partir de ese evento “la Marina comandaba en nuestra zona y procedía con mano firme para mantener el orden” (p. 179). Sin duda, se trataba de un partidario de la mano dura de la primera hora.
Esta profesión estereotipada de antiperonismo, nada aguda en una persona de la inteligencia de Favaloro, quedaría como anecdótica de no ser por el año en que se publicó la primera versión del libro, nada menos que 1980, cuando la junta militar que todavía encabezaba el genocida Rafael Videla seguía cometiendo crímenes aberrantes ante la mirada impávida de la “derecha y humana” clase media argentina. El sustantivo extremismo (usado de manera anacrónica puesto que no estaba en el vocabulario de los años ‘40), enfatizado en la primera de las citas, quizá sea un regalo inconsciente de Favaloro para los que, a sangre y fuego, habían logrado instalar esta palabra siniestra en el discurso de los medios y de la sociedad.
Tampoco faltan en el texto alusiones al comunismo, como cuando el autor describe su manera peculiar de concebir la “reforma agraria” (p. 57), no como expropiación del latifundio, bajo el lema “la tierra es para el que la trabaja”, sino como lo explica a continuación:
Para dividir la tierra no hace falta volcarse al comunismo, hace falta el valor de realizarlo dentro de la democracia para que la tierra improductiva, la tierra fiscal y las enormes extensiones pasibles de riego se desarrollen y atraigan inclusive la buena inmigración extranjera. (p. 58, las negritas son mías)
Para redondear la idea, Favaloro se interroga, en concordancia con la dictadura cívico- militar que se ha enseñoreado del poder:
¿[…] caeremos en las falsas panaceas de las dictaduras de izquierda y la filosofía marxista que tanto daño han hecho a nuestra juventud, olvidando que sin libertad, justicia y respeto por el hombre no hay teoría socioeconómica que pueda fructificar en beneficio de la humanidad? (p. 190)
El autor no se cansa, a lo largo de la obra, de invocar al Señor, insistiendo acerca de su vocación de “humanista” en el marco de la doctrina católica y de la esfera de la tan mentada (por la dictadura) civilización “occidental y cristiana” en la que ubica ala Argentina, idea que remata en una de los últimos párrafos con su alusión a Juan Pablo II:
Al adelanto tecnológico habrá que agregar el humanismo basado en los reales principios cristianos que nuestro Papa ha sabido revitalizar. (p. 190)
En ocasiones, se despierta en Favaloro su vocación no confesada de sociólogo, como cuando afirma de manera un tanto peculiar, recurriendo a una expresión muy popular en aquellos años (“ideas foráneas”), que habría que erradicar las villas-miseria porque
De allí saldrán los resentidos sociales y el caldo de cultivo para doctrinas foráneas tan perjudiciales. (p. 144)
Ante una población de origen tan diverso y singular como la de la zona de Jacinto Aráuz (alemanes del Volga, judíos, valdenses, calvinistas, algún turco, algún ruso) Favaloro no puede menos que reflexionar sobre razas y creencias, y como buen discípulo no confeso de Sarmiento, apuesta a la teoría de la buena inmigración, considerándose a sí mismo en esa categoría por ser descendiente de un abuelo siciliano honesto, humilde, trabajador, consciente del lugar que la educación y la familia ocupan en la vida del hombre, y de una abuela materna gallega, Cesárea, que le había enseñado a amar la naturaleza. En ese sentido, la población de Aráuz sería el mejor ejemplo de lo que una buena inmigración puede lograr con sus esfuerzos. Se filtran, sin embargo, algunos prejuicios, como cuando afirma acerca de los judíos de la zona:
Estos judíos muy poco tenían que ver con los que nosotros vemos en las grandes ciudades, dedicados fundamentalmente al comercio. En Jacinto Aráuz solamente un almacén de ramos generales, una tienda y un acopiador de sal mantenían la tradición; los demás vivían afincados a la tierra como auténticos chacareros. (p. 67)
Parece ignorar Favaloro, afecto como es a los estereotipos, que los judíos dedicados a la ciencia, las artes, las leyes, las finanzas y hasta a su propia profesión, la medicina, hacen de esta colectividad una de las más variadas en cuanto a actividades dentro de la sociedad argentina.
De los trabajadores temporales, que llegan a Aráuz a trabajar en las dos cosechas y en la recolección de la sal, no tiene Favaloro, en general, buena opinión, si se exceptúan
[…] los que sabían aprovechar las diversas tareas anuales y que, durante las cosechas, incluso llegaban a ahorrar suficiente cantidad de dinero; eran los menos. […] Vivían en casas modestas, pero limpias y ordenadas, con familias bien constituidas e hijos bien alimentados. Los otros, lamentablemente la mayoría, vivían al día. Durante la cosecha despilfarraban el dinero, casi siempre en boliches cerca de la estación, bebiendo más de la cuenta y jugando sus jornales en partidas de naipes. Casi todos vivían en ranchos de mala muerte, en medio de la promiscuidad: una sola habitación, hecha de adobe y techo de paja, servía para todos. (p. 87)
Igual suerte que estos desafortunados “otros” corrían los trabajadores temporales chilenos en la apreciación de Favaloro:
Desde el sur aparecían los chilenos y debo confesar con dolor que eran de inferior calidad, no sólo para el trabajo, sino porque la mayoría dejaba su dinero en los boliches, consumidos por el alcohol. Algunos eran agresivos y pendencieros, y así, en ese tiempo, las disputas y heridas de arma blanca solían alterar la vida extremadamente pacífica de Jacinto Aráuz. (p. 125, las negritas son mías)
Ante la presencia de familias numerosas como las “ruso-alemanas” que integran la sociedad de Aráuz, Favaloro no puede dejar de resaltar el papel fundamental que juega la madre como sostenedora de la unidad y proveedora de un trabajo doméstico sin el cual la prole no podría alcanzar un sano nivel de desarrollo, físico y moral. Al igual que su abuela Cesárea, mujer sacrificada y de total dedicación a las tareas del hogar, estas mujeres provocan en el autor las siguientes reflexiones de género que no eluden la crítica a la mujer moderna que lucha por su independencia:
¡Qué dirían las mujeres de hoy, especialmente aquellas conectadas con los movimientos feministas, de esas ruso-alemanas! Evidentemente alzarían sus voces de crítica y seguirían hablando de la independencia de la mujer, de la igualdad de derechos y condenarían a los hombres de semejante degradación. Cuando yo escucho a alguna ama de casa moderna […] hablar de la tremenda tarea que desarrolla, de la esclavitud y el cansancio que experimenta, en el fondo de mi alma recuerdo a mi abuela y a todas las abuelas y madres que conocí en ese lugar de mi patria que, sin quejas y en forma primitiva quizá, sin darse cuenta, fueron inmensamente felices. (p. 65)
Por último, Favaloro se vuelve juez y fiscal de sus pares jóvenes, de esos médicos recién graduados que, como él, tratan de abrirse camino en la profesión, pero sin contar, según él, con los conocimientos necesarios para ejercer con dignidad ese casi apostolado. Formados en la misma época (el primer peronismo) y en las mismas universidades, el autor, por supuesto, exceptuándose, denomina a estos médicos “flor de ceibo”, expresión muy en boga entre la clase media que denigraba sistemáticamente cualquier producto proveniente de la “fábrica peronista”. Escuchemos la voz de Favaloro:
Las facultades de medicina se han ido deteriorando con el tiempo y no son más que fábricas de títulos. (p. 168)
No sé quién había bautizado, en forma peyorativa, a los estudiantes de esos años “flor de ceibo”, queriendo significar que con poco esfuerzo y sin experiencia suficiente habían obtenido sus títulos. El deterioro en que iba cayendo el país había llegado también ala Universidad.(p. 166)
Como se ve, los ejemplos que demuestran la profunda ideología conservadora de Favaloro hablan por sí mismos. En el contexto en que se publica el libro –la Argentinade 1980- podría buscarse la explicación de la razón por la que el autor haya recurrido a semejante acervo de ideas retrógradas. Sin embargo, sus constantes alusiones, a lo largo del libro, a la patria y al patriotismo a que se deben todos los argentinos, lo hacen, por lo menos, sospechoso de que comulgaba plenamente con el régimen genocida. Por alfo ahí estaban su almuerzo con Videla, en 1976; su viaje acompañando al dictador en la visita a Venezuela, en el mismo año; la excursión al Canal de Beagle, para apoyar a las tropas en una eventual guerra con Chile, en 1978, o la colocación de la primera piedra del Instituto de Cardiología por parte del almirante Armando Lambruschini, flamante miembro dela Junta, en diciembre de 1979.
La recompensa a semejante obsecuencia no se hace esperar: en 1980 la dictadura le otorgó a Favaloro un subsidio de casi siete mil millones de pesos ley (varios millones de dólares en términos actuales). Mientras, los apoyos “simbólicos” del médico continuaron, como el viaje a las Malvinas, en 1982, para la asunción como gobernador del archipiélago de Mario Benjamín Menéndez, integrando una comitiva en la que también estaba Videla. En abril de 1982, en una entrevista efectuada por Roberto Maidana, para el noticiero Telenoche de Canal 13, Favaloro expresó la frase que lo marcaría de manera definitiva: “Detrás de la Junta Militar están todos los argentinos”.
El operativo Aráuz Recuerdos de un médico rural, además de pintar de cuerpo entero la constelación de ideas por la que circulaba Favaloro con absoluta soltura y convicción, ilustradas por un vasto repertorio de anécdotas que constituyen la mayor riqueza del relato, no deja en ningún momento de exaltar la bondad y nobleza de los habitantes de Aráuz. La única fricción que enturbiaba, según él, la armonía del pueblo, era la rivalidad existente entre las dos partes en que se dividía: el adelante y el atrás de la vía, con sus respectivas iglesias (la católica y la valdense) y sus respectivos clubes: el Villa Mengelle y el Independiente, el más “aristocrático” y el “popular”.
Omite, sin embargo, Favaloro, y de manera por demás evidente, que Jacinto Aráuz había sido escenario de dos hechos históricos de violencia institucional que desmienten su supuesto carácter de Arcadia del oeste pampeano y que marcarían por décadas a sus habitantes, aun hasta nuestros días: la masacre de bolseros anarquistas, en diciembre de 1921, de la que en estos días se celebra el 90 aniversario, y el Operativo Aráuz, del 14 de julio de 1976.
Sobre el primer hecho, en enero de1971, Osvaldo Bayer había publicado en la revista Todo es Historia (No. 45) la primera versión de la masacre de que fueron víctimas obreros rurales anarquistas a quienes se tendió una trampa mortal en la comisaría de Aráuz con el objetivo de destruir por la fuerza de las armas su organización sindical y la prédica social que los caracterizaba. Sin embargo, como son pocas las posibilidades de que Favaloro conociera el trabajo de Bayer, después prohibido por la dictadura, otorguémosle el beneficio de la duda. Sin embargo, en lo que se refiere al Operativo Aráuz del 14 de julio de 1976, ocurrido a menos de 4 años de la publicación deRecuerdos, hay un hecho que confirma que estaba al tanto de lo ocurrido: el 21 de septiembre de 2010, en su declaración testimonial en el juicio oral a nueve represores de la Subzona 14, llevado a cabo en Santa Rosa, María Antonieta Lebed, profesora del Instituto José Ingenieros y una de las víctimas del Operativo, contó cómo había acudido a Favaloro por intercesión de unos amigos de Jacinto Aráuz, para solicitarle que intercediera por su esposo, el rector del Instituto, a la sazón desaparecido, y cómo Favaloro, de manera desdeñosa, le negó cualquier tipo de apoyo. En Recuerdos, escrito poco después de ocurrido este operativo demencial, no se hace la menor alusión al mismo, no sea que cualquier mención perjudicara la intención del autor de presentar a la comunidad de Jacinto Aráuz como idílica y pastoril. Favaloro sabía de lo ocurrido en julio de 1976, y calló. Para entender la magnitud esta historia, es necesario repasar lo ocurrido hace más de 35 años en esas infames jornadas que mantuvieron en vilo al pueblo.
El miércoles 21 de julio de 1976, La NuevaProvincia, el periódico más importante de Bahía Blanca, estrechamente ligado ala BaseNavalde Puerto Belgrano y al almirante Emilio Massera, reportaba la siguiente noticia:
LA PAMPA: SEIS MAESTROS DETENIDOS
Santa Rosa, 20 (Télam)
Seis maestros que impartían enseñanzas “de acuerdo con patrones marxistas, buscando la deformación intelectual y espiritual de la adolescencia”, fueron detenidos durante un operativo antisubversivo realizado en la localidad de Jacinto Aráuz, […], informó hoy el comando de la subzona militar 14.
Los detenidos, junto a otros docentes que se encuentran prófugos, se desempeñaban en el Instituto Privado José Ingenieros, al quealgunas denuncias sindicaron como “antro de la actividad subversiva de un grupo de personas vinculadas al quehacer docente en general”.
[…] Los días 15 y 16 del corriente, efectivos del Ejército y la policía realizaron diversas operaciones en la localidad de Jacinto Aráuz como consecuencia de una investigación motiva (sic) por denuncias y hechos que señalaban a esa localidad como centro de actividad subversiva de un grupo de personas […] (que) habían cambiado hacía largo tiempo la orientación y programática de la enseñanza, llevando su accionar de acuerdo con patrones marxistas […]. (La Nueva Provincia, miércoles 21 de julio de 1976, p. 3, las negritas son mías)[2]
La noticia, si bien una semana después de los hechos, reporta con notable fidelidad los objetivos, realización y consecuencias del Operativo Aráuz, llevado a cabo el 14 de julio, y en el que más de 150 efectivos uniformados, entre miembros dela Policía Federaly dela PolicíadeLa Pampa, además de soldados y oficiales de distintos reparticiones militares dela Subzona14, coparon el pueblo desde horas muy tempranas de la mañana. El objetivo: la escuela secundaria local y los docentes que la integraban, en especial los provenientes de Bahía Blanca. El motivo: las denuncias de vecinos que desde la llegada del nuevo rector de la escuela, desde hacía más de un año, habían empezado a seguir muy de cerca, con ojos de sospecha, su trabajo y el de los colaboradores que identificaron como más cercanos a él. En esas denuncias no estaban ausentes los elementos xenofóbicos: los finalmente secuestrados, excepto uno, provenían de fuera del pueblo.
Jacinto Aráuz, desde siempre, más que a Santa Rosa, pertenece a la órbita gravitacional de Bahía Blanca. No por nada está ubicado a muy pocos kilómetros del meridiano que separa la provincia de Buenos Aires de la deLa Pampay a menor distancia de Bahía Blanca que de la capital provincial. En Aráuz, las cuestiones serias se arreglan en Bahía Blanca. Al igual que los chacareros de 1921 recurrieran a Bahía Blanca a levantar sus denuncias por considerar un peligro social a aquellos obreros rurales foráneos que reclamaban mejores condiciones de trabajo, en 1975 y 1976, con el golpe de estado en ciernes, algunos notables del pueblo viajaron a la ciudad portuaria a pedir a las autoridades navales que investigaran a los profesores provenientes de allí. Es así como el SIN (Servicio de Inteligencia Naval) comenzó a reunir información que, supuestamente, corroboraba las sospechas de los vecinos: se trataba, sin lugar a dudas, de una poderosa infiltración marxista la que se agazapaba en la escuela, cuyo objetivo era ganar adeptos para engrosar los cuadros guerrilleros entre la juventud de la zona, empezando por los alumnos.
Hubo varias comisiones de inteligencia enviadas porla Subzona14 a solicitud del SIN, en las cuales se entrevistó a padres de alumnos que con entusiasmo se prestaron a aportar comentarios malévolos y paranoicos al currículum de los “subversivos”. Las reuniones se llevaban a cabo en la casa de un conocido farmacéutico del pueblo del mismo apellido que el que menciona Favaloro.
También hubo un par de inspecciones a la escuela realizadas por sendos funcionarios, el segundo obvio integrante de los servicios, enviados a Aráuz porla Superintendenciade Enseñanza Privada (SNEP) del Ministerio de Cultura dela Nación, que a la sazón comandaba un marino. Estas inspecciones reportaban como elementos de indudable prédica marxista que los alumnos y los profesores se tutearan; que se hubieran encontrado inscripciones soeces en los pupitres; que el aseo de alumnos y profesores dejara que desear; que las chicas no usaran vincha y los varones dejaran crecer el pelo más allá del cuello de la camisa; que ninguno usara corbata; que la profesora de literatura hiciera leer textos de Cortázar; que no se encontraran discursos escritos alusivos a las fiestas patrias, y así una serie más de “razones” que, a juzgar por el desenlace, todos se tomaron muy en serio. Se trataba, obviamente, de un antro de guerrilleros.
La mañana del 14 de julio algunos de los profesores fueron secuestrados en el salón de clase, frente a los alumnos, en momentos en que se disponían a iniciar la lección; a otros los sacaron de sus domicilios; un miembro de la ComisiónAdministrativadel Instituto fue interceptado mientras se dirigía a la casa de un colega para consultarlo acerca de la acción a seguir ante tamaño atropello. Todos ellos fueron esposados con las manos atrás, al principio de manera rudimentaria, con trapos o bufandas. También se les vendaban los ojos o se les cubría la cabeza con una capucha, se los cargaba en un vehículo oficial de la provincia de La Pampay en esas condiciones eran conducidos a la comisaría local.[3]
En la comisaría se los mantenía por separado en diferentes habitaciones, incluida la cocina, donde empleadas de servicio hacían café o lavaban vajilla, con total indiferencia. Después venía el interrogatorio, acompañado de golpes o pistolas que eran percutidas en la cabeza de los secuestrados. A la única profesora mujer que se llevaron, la que hacía leer a Cortázar, la manosearon en sus partes íntimas.
Terminado el interrogatorio, que incluía preguntas absurdas que no tenían respuesta y cuyo único objetivo era confundir la mente, el secuestrado era obligado a firmar una “declaración” escrita a máquina que incluía nombres y detalles que habían sido preparados de antemano. Meses más tarde, cuando la causa de los secuestrados pasó a la justicia ordinaria, el juez de Santa Rosa designado convocaba a éstos, en una parodia de justicia, y esas declaraciones eran utilizadas para incriminar o absolver, de acuerdo con las instrucciones que el magistrado recibiera de la cúpula militar pampeana. Jamás existió el más mínimo nivel de seriedad en estos procedimientos de la justicia civil pampeana.
En Jacinto Aráuz, mientras tanto, la comunidad de notables volvía a respirar tranquila. En el juicio oral Subzona 14, del año 2010, uno de los imputados por delitos de lesa humanidad, el comisario Roberto Constantino, que había participado en el Operativo Aráuz, contó cómo ese grupo de notables ofreció a los máximos capos dela Subzona14, Iriart y Baraldini, un asado en agradecimiento por haber librado al pueblo de los indeseables. Iriart no ha sido juzgado por encontrarse enfermo y Baraldini, devenido después “carapintada”, brazo derecho de Mohamed Alí Seineldín, se encuentra prófugo. La comunidad de notables de Aráuz aún no ha rendido cuenta de sus actos.
Epílogo
Recuerdos de un médico rural constituye un buen ejemplo de cómo un texto literario con alguna pretensión testimonial evita referirse a hechos de conflictividad social que podrían enturbiar la imagen, en este caso, de una sana comunidad pastoril como la que se quiere mostrar, a la vez que poner en flagrante contradicción ideológica a su autor.
Por su parte, el Operativo Aráuz de 1976, como antesla Masacrede Aráuz de 1921, muestran de manera fehaciente la connivencia entre el poder militar-policial, la comunidad informativa y la participación civil. La mecánica de ambos hechos es muy similar, a pesar de los años que los separan, lo que demostraría que las estructuras conservadoras de una comunidad se perpetúan en el tiempo.
Por último, cabría plantearse qué habría respondido Favaloro, un defensor a ultranza de la educación como la base del progreso humano –concepto que repite hasta el cansancio en su texto- de habérsele preguntado sobre un operativo como el de Aráuz que colocó en el centro de la violencia represiva a una comunidad educativa que aspiraba a abandonar el autoritarismo y a volverse más moderna y democrática.
*Guillermo Quartucci. Académico, crítico cultural y escritor. Trabajó como profesor del Instituto José Ingeniero de Jacinto Aráuz desde abril de 1976 hasta el 14 de julio del mismo año. En la actualidad reside en México.
[1] René G. Favaloro, Recuerdos de un médico rural, Buenos Aires, Delbolsillo, 2008, 1ª. edición, 191 pp. La p. y el numeral entre paréntesis después de la cita corresponden al número de página de esta edición.
[2] En las negritas de la nota está la clave: en efecto, hubo una investigación de los servicios de inteligencia de la Base de Puerto Belgrano solicitada por padres y vecinos de Aráuz que denunciaron la infiltración marxista en el Instituto José Ingenieros.
[3] Una vez más, la comisaría de Jacinto Aráuz sería testigo de la violencia institucional, ahora siendo usada como Centro Clandestino de Detención (al que se sumaría el Puesto Caminero junto ala Ruta 35), en 1921 como escenario de una masacre de obreros.
Acerca del autor
18 Comentarios
favaloro pudo haberse equivocado en alguna lectura y eso le impidió percatarse de la benignidad del movimiento peronista.
pero de ahí a extractar lecturas que el médico hacía de la sociedad en que estaba inmerso, con animo tendencioso, me parece una locura. Eso si, eficaz en orden a ganar preeminencia a costa de un apostol de la medicina.
pero en tal caso, convendrìa tener en cuenta que incluso grandes ideólogos del comunismo (porque hacia allí va la nota en su tendencia), tenìan una visión tan o más conservadora que la favaloro desde el punto de vista racial, cultural, social.
Preguntas que hay que hacerse..
y sobre dicha base respondo.
una parte de la sociedad argentina (algun sector merece respeto por cierto), ahora que los leones estan enjaulados, se dedican a trabajar en dos tintas: blanca y negra.
me parece perfecto, voy a razonar en igual forma…
la dictadura significó la imposición del liberalismo y las ideas extranjerizantes…
con que matiz pintaron la historia y su responsabilidad demócrática en esa década??????
y menos que 15 años después nos “engañara” una lambada, el show de tinelli, el pais del primer mundo, la eficiencia o la revolución productiva o el salariazo.
Te cuento que en 1995, el Diario Popular tituló: “Proponen que la fórmula del 95 sea Menem-René Favaloro”. Los subsidios estatales a Favaloro llegaron a ser de 17,5 millones de pesos/dólares. Todos lo buscaban para la foto. A comienzos de los 90, el vicepresidente Eduardo Duhalde lo llamó para integrar la Comisión para la Recuperación Etica de la Sociedad y el Estado. En 1993, se sumó a un grupo de notables convocados por el Ministerio de Salud para desactivar el peligroso consumo de agua que se vendía como “milagrosa” en México, pero no lo era. Protagonizó un aviso del PAMI. Consiguió adelantos por 3,5 millones de pesos. Se llevó bien con Matilde Menéndez y mal con Víctor Alderete.
Otra cosa: La “caja de cristal” que la Alianza fanfarroneó construir en la obra social de los jubilados no lo trató demasiado mejor. Favaloro se quejó porque lo atendían empleados de baja jerarquía y no le solucionaban los problemas.
Un tiempo antes, en mayo de 1999, en Casa Rosada, René Favaloro recibe una distinción de Menem mientras en las calles, estudiantes y docentes marchaban contra el recorte presupuestario de 100 millones de dólares a las universidades. Susana Decibe, ministra de Educación, no quiso firmar el decreto impulsado por el titular de Economía, Roque Fernández, y renuncia al día siguiente.
El cardiocirujano Favaloro, en pleno abrazo con Menem [foto en La Voz del Interior, 06 May 1999, pág. 15A], dice que “en el país no pasaría absolutamente nada” si se cerrara por varios años la Universidad de Buenos Aires, porque “tenemos médicos, abogados e ingenieros a rolete que no encuentran dónde trabajar”. Agrega que “hay más de 4200 médicos que se gradúan cuando en realidad serían necesarios 1000 ó 1500″. Esto no le impide, ese mismo año, crear más carreras especialistas en su propio Instituto Universitario “Super Privado y elitista” de medicina, hoy Universidad Favaloro.
Bienvenido el INSTITUTO NACIONAL DE REVISIONISMO HISTORICO ARGENTINO E IBEROAMERICANO, en su tarea habrá de descubrirse un sinnúmero de héroes anónimos a la par que se desenmascararán otros que fueron excesivamente “inflados.”
ya entendí, Favaloro no te va… pero eso no tiene nada que ver con mi reflexión.
yo pregunté que hacía el 50 % (no digamos el 70 % te haré caso no voy a “inflar” tanto) de la sociedad durante el proceso y la etapa menemista y particularmente, si la sociedad tuvo la responsabilidad democática, ideológica, etc. que se le exige a Favaloro.
así de simple.
por supuesto que cuando digo la sociedad, no pretendo juzgar a una masa no identificable… como precisamente no miraba Tinelli quedaron marcados en mi mente varios … que se sacaron “fotos” con los militares y con el turco… y ahora se “olvidaron”.
y por supuesto que las fotos son el mal menor.
lo demás lo podemos discutir largamente.
“El viernes 29 de agosto de 1984, el Canal 13 de televisión de la Capital Federal emitió el programa Grandes Temas Médicos, dedicado a la Sexualidad. La conclusión, al cabo de una hora y media de emisión, fue formulada por el Dr. René Favaloro, de la siguiente manera: ‘Yo quisiera destacar una parte de esta segunda emisión, que es el problema de las desviaciones sexuales, que constituye un verdadero problema, una verdadera tragedia en nuestro tiempo, una tragedia que no está solamente en los grandes países desarrollados, evidentemente al que le toca viajar la puede ver fundamentalmente en Estados Unidos, en Inglaterra, en Francia, en los grandes países, digamos desarrollados, donde ya se ha constituido en una verdadera plaga, a mi entender. Esto no quiere decir que no deba ser también analizada en profundidad aquí, buscar las razones y corregirla, pero yo no puedo entender todos estos movimientos sociales, en donde se hace, quizás, hasta una apología de la homosexualidad. Este incremento, debo confesarlo, para mi es aterrador, porque significa una desviación de algo, que la naturaleza nos dice que no ocurre’”.
El rock sin ir más lejos, durante mucho tiempo tuvo una mirada machista y conservadora y hoy todos se quieren aglutinar en la progresia.
y espero que sepa “sagaz”, que antes de la revolución cubana, la isla tenía una amplia libertad sexual como pocos paises de latinoamerica, siendo el propio Ernesto Guevara y Fidel Castro quienes hicieron una racia y persecución de la homosexualidad con campos de concentración al mejor estilo nazi. El escritor Reinaldo Arenas fue uno de ellos.
Muchachos, como decía Jaureche, O ES PA TODOS LA COBIJA, O ES PA TODOS EL INVIERNO.
PD: gracias rene por salvar vidas con el by-pass y muchisimas gracias a quien invento las armas de fuego que nos protegen de los delincuentes.