Las Neurociencias no entienden la base última del pensamiento


 “Las neurociencias no entienden la base última del pensamiento se afirma en esta interesante nota de Télam "


En “Más allá del principio antrópico”, el ensayista Fabián Ludueña Romandini explora una declaración contraria al fin de la metafísica que pregona buena parte de la filosofía contemporánea ejercitada en el pasaje del humanismo a las neurociencias, la genética y la política de poblaciones convertida, en la actualidad, en biopolítica.


El libro, publicado por la casa Prometeo, es una crítica al diagnóstico que cierto pensamiento del siglo pasado ha hecho de nuestra época, considerada como la de la consumación de la metafísica y de la transparencia ontológica y mediática.


Ludueña Romandini es doctor por la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París; es investigador del Conicet y del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires (UBA); es autor de “Homo Oeconomicus. Marsilio Ficino, la teología y los misterios paganos” y “La comunidad de los espectros I. Antropotecnia”.



Esta es la conversación que tuvo con Télam:


T: Para armar una suerte de arqueología del "principio antrópico". ¿Cómo se relaciona este principio con la biopolítica? Si definís "principio antrópico" antes, mejor.




R: El principio antrópico intenta pensar aquello que la crítica del antropocentrismo -propia de la filosofía continental europea del siglo XX- no ha llegado a profundizar. Es decir, es posible asumir una posición no antropocéntrica pero permanecer aún dentro de una posición antrópica en tanto y en cuanto se piensa al mundo como hábitat necesario de lo humano, y a fortiori, de la vida en cuanto tal.


De esta forma, el principio antrópico no busca establecer una relación con la biopolítica puesto que se sitúa, precisamente, una vez que la filosofía asume como tarea pensar aquello que está antes y después de la vida. Por supuesto, esto no significa que la filosofía no deba pensar la vida sino que es necesario hacerlo sobre bases no antrópicas, lo cual implica dos teoremas de partida: el primero es que la vida no es el fundamento último sobre el que debe descansar el eje del pensar ontológico; y el segundo, implica que existe una filosofía de aquello que está más acá y más allá de la vida. Esto teoremas tienen el corolario de indicar que la filosofía no debe reducirse a ser únicamente una pensamiento de lo viviente.



T: ¿Por qué pensás que Foucault, que pone en el tapete el concepto “biopolítica”, no sigue investigando esa ruta y en un momento, cuando da el paso hacia “el cuidado de sí”, dice que lo que tenía que decir al respecto ya está -esbozado- en "Vigilar y castigar"?




R: Si Foucault lo dice, debe ser cierto. Lo más interesante es que no estamos obligados a seguir su propio criterio. De hecho, nos puede parecer del todo insuficiente lo hecho por Foucault en "Vigilar y castigar" y sentirnos incitados a profundizar en la noción de biopolítica (la cual, nunca está de más recordarlo, no fue inventada por Foucault) para nuestros propios usos. Es la mejor manera de ser foucaultianos.



T: Sin embargo, el que parece salirse de eso es Toni Negri, que reconoce en la multitud una vacuola, una posibilidad de asociación comunista (no estalinista) que resista a la biopolítica entendida como escaneo total de la vida, la muerte, la salud, la enfermedad, etcétera?



R: Bueno, personalmente no creo que la posición de Negri escape a algunas aporías contenidas en el concepto de biopolítica. La misma "multitud" no deja de ser una recreación más o menos aguda de un concepto cristiano básico de la época de redacción y propagación de los evangelios. Su objetivo, sin duda loable, de impedir que la vida sea objeto de una completa apropiación económica (y de una técnica exclusivamente al servicio de la productividad) debe ser apoyado. Los medios conceptuales para llegar a esto, sin embargo, me parece que merecen una discusión más extensa y compleja todavía.



T: La “pedagogía” platónica, principio activo de la educación de las masas, ¿ignora la existencia del inconsciente o termina aplastando a los sujetos en sus necesidades más elementales?



R: Antes del descubrimiento del inconsciente (esto lo sabía muy bien Jacques Lacan) la gente se las arreglaba igual. De otra forma, por cierto, pero los filósofos hicieron lo posible para adentrarse, con métodos a veces refinados, a veces insuficientes, en el terreno del goce. Sin embargo, luego de Freud, con todo, las cosas ya no pueden plantearse bajo el mismo modo. En este sentido, el inconsciente es la demostración palmaria de que todas las neurociencias y las terapias comportamentales, en último extremo, no han comprendido que la base última del pensamiento (y de su abismo originario) se encuentra precisamente fuera de cualquier estructura biológica.

Fuente: Télam Cultura

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