En algunos países modernos, como Estados Unidos, por ejemplo; cuando alguien del mundo de la política aspira a ser presidente -aún antes de ser elegido-, es sometido a una serie de rigurosos análisis médicos. También se le practican una completa “batería” de estudios clínicos y de laboratorio. El objetivo es constatar un óptimo estado de salud. Que es un estado que parece obvio, pero que se requiere, y que se da casi por descontado, máxime para poder encarar los vertiginosos avatares mundanos y políticos. Esto, es lógico y acorde a las máximas funciones requeridas así como también por el grado de ejecutividad que se prevé. De este modo, sucedió con el actual presidente estadounidense Barack Obama, en las vísperas de su inquietante elección.
Y nadie, hace un drama ni es esto un “secreto de estado”. Por el contrario, y entre otras cosas, porque Estados Unidos está considerado en algunas cuestiones un país muy serio y porque también es casi “el país del show”. En USA, la vida de los hombres públicos es o debería ser siempre “pública” por completo.
Argentina
Por estos días de pleno verano, la semana pasada, en Buenos Aires, la sensación térmica marcó unos 36 furiosos grados. Entonces, tres palabras de uso coloquial como “desmayo”, “lipotimia” y “deshidratación leve” se repitieron como nunca por cientos de miles de veces. Hasta con irresponsabilidad. Fue así, por la lógica preocupación que generó el estado de salud de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. La Presidenta, según lo informado, tuvo un curioso episodio de salud y esto generó suspicacias claro está. La noticia, sin embargo, tuvo un perfil moderado desde el ángulo del impacto mediático.. Perfil, que no fue ni “alto ni bajo”. Una causa fue posiblemente el verano y sus distracciones y la otra habría sido que se conoció masivamente el dato de la salud presidencial entrando ya casi el fin de semana.
Recuerdos argentinos
La salud de los presidentes fue siempre un elemento clave en los avatares históricos de los países, fueran cuales fueran y hayan sido democráticos o no. Por ejemplo, Juan Domingo Perón, murió siendo el presidente argentino el 1 de julio de 1974. Se llegó a decir con fundamento cierto que con un triple by-pass, Perón se salvaba. Pero claro, como dijo antes el general francés De Galle -héroe de la segunda guerra mundial- no había nacido el cirujano capaz de operarlo a él. Lo mismo debió haber pensado el entorno médico y político del General Perón por entonces, ya que ni siquiera le efectuaron un cateterismo cardíaco diagnóstico al General, para ver al menos, el estado de sus arterias coronarias debido a su delicado cuadro cardíaco crónico. O el grado de contracción del miocardio mediante una ventriculografía. En el año 1981, estando en el poder el General Viola; la Junta militar de entonces aprovecha una “interna” médica por un real dolor de pecho de Viola para poder así sacar de circulación al presidente de facto, un general más moderado comparado con Videla, aunque de la oscura dictadura claro está.
La disputa médica existió y fue porque un cirujano -demasiado publicitado- quería efectuarle un sólo (1) by-pass a Viola. Otro médico, cardiólogo, en cambio; no avaló ese tratamiento por no considerarlo necesario. Por las dudas, los militares, aprovecharon y lo relevaron al general aduciendo que estaba “enfermo”. Y de paso se lo “cargaron” a Viola. El resultado político de esto fue dantesco ya que asumió por primera vez otro general muy torpe, del escalafón de ingeniería, nada menos que el triste y célebre Galtieri. Y de este paso a Malvinas, fue sólo cuestión de tiempo tan sólo en meses (1982). Si la operación Malvinas salía “bien”, los militares se habrían quedado más tiempo aún en el poder. Esa era la idea y el plan. De Viola, pasamos a un más democrático Carlos Menem (1989), quien por su intervención vascular de urgencia de la arteria carótida interna derecha, en octubre del año 1993, generó una conmoción. Era su momento de apogeo y por ello, nada menos que Alfonsín visitó al por entonces presidente, que estaba convaleciente de aquella cirugía en el Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA). El resultado de la reconciliación política fue nada menos que el sorprendente Pacto de Olivos (1994). A Menem, un chequeo médico previo -de unos 15 días antes- nada físico le detectó. Y se salvó por milagro de un accidente cerebro-vascular dado que estaba listo para viajar a Chile en avión, cuando por casualidad, jugando al Golf, le aparecen unos cosquilleos en un brazo como señal de la incipiente tormenta médica en puerta. En otro orden, el radical Fernando De la Rúa, debutó siendo el flamante presidente con una internación, en el Instituto del Diagnóstico, en el año 1999. La causa fue un neumo-tórax espontáneo (aire en la pleura, la membrana pulmonar).. Los rumores iban desde una supuesta neumonía hasta un hipotético cáncer de pulmón. De la Rúa, para no ser en apariencia menos que Menem, terminó recibiendo una angioplastia coronaria con stent (2001) en el mismo Instituto médico que pasara a la fama por haber operado a dicho político riojano. La oleada de incesantes versiones sobre la salud de De la Rúa y su impacto en su gestión de Gobierno continúa hasta el día de hoy. Estos ejemplos cabales, demuestran una vez más no sólo el poder del rumor sino también como la salud de los presidentes repercute en la salud de sus gobiernos y por ende en el de la República.